Cuando estamos embarazadas, todas las personas que conocemos, desde la familia y los amigos hasta los desconocidos en el supermercado, tienen algo que decir sobre la maternidad y sobre cómo cuidar a un bebé.
Pero nadie te dice algo tan importante, cómo que la maternidad sacude todo tu ser, tu vida y tu identidad.
La llegada de un niño es pura alegría, maravilla, y enriquecimiento. Pero también es mucho más. Experimentarás momentos, días, semanas o meses en los que ya no tendrás ni idea ni de quién eres. Nada te resultará familiar, todo cambiará, desde tu cuerpo hasta tu rutina diaria, tus prioridades, tus objetivos profesionales, tus relaciones. Te sentirás confundida, perdida y con miedo.
La crisis de identidad
Antes de la maternidad, sólo estabas tú. Cuando nació tu bebé, naciste como madre. Has sufrido un gran cambio que puede desencadenar una crisis de identidad.
Experimentamos diferentes crisis de identidad en nuestra vida, desde la adolescencia hasta la edad mediana, pero lo que hace que la transformación de la identidad de la maternidad sea tan diferente de las demás son los cambios biológicos que se producen durante el embarazo y el posparto.
Un estudio de 2016 reveló que durante el embarazo, y durante al menos dos años después del parto, el cerebro de la madre sufre una importante remodelación. Esto significa que las áreas asociadas con la cognición social y la empatía cambian.
Aunque los investigadores aún no pueden aportar datos definitivos, se plantea la teoría de que nuestros cerebros se están especializando para adaptarse a la maternidad y a responder mejor a las necesidades de nuestros hijos.
Los cambios físicos, psicológicos y emocionales que se producen en una madre
Son muchos los cambios que experimenta una madre tras el nacimiento de su hijo. Las hormonas se descontrolan, el cuerpo vuelve a cambiar después de dar a luz, la forma de vivir las relaciones afectivas también cambia.
Estas experiencias son casi universales, por lo que la antropóloga Dana Raphael ha acuñado el término matrescencia. Esta palabra engloba y describe los cambios físicos, psicológicos y emocionales que se producen cuando te conviertes en madre.
Al igual que la adolescencia, la matrescenza también está fuertemente vinculada a la identidad personal. En la adolescencia, nuestra identidad está marcada por lo diferentes que podemos ser de nuestros padres. Como adultos, nuestra identidad está fuertemente ligada a nuestra ocupación y a nuestro papel.
Pero cuando nace un hijo, nuestro trabajo, nuestras prioridades, nuestros objetivos profesionales, pasan a un segundo plano.
La nueva rutina diaria está dictada por las necesidades de un pequeño ser humano que depende de nosotros para todo. Y ocurre prácticamente de la noche a la mañana.
Te digo una cosa, no pienses que eres "defectuosa” que lo estás haciendo todo mal. Estás luchando por encontrar tu nuevo equilibrio, estás atravesando un fuerte cambio, no es fácil y no es inmediato.
El mito de la "madre perfecta”
"Solía pensar que la maternidad debía ser una experiencia feliz, llena de amor, que daba sentido a la vida. En realidad, no consigo vivirlo con tanta serenidad, de hecho, a menudo estoy triste, me siento confusa, siento que hay algo que no funciona en mí. Lo estoy haciendo todo mal. Estas son a menudo las palabras de mis pacientes.
¿Cuántos mitos sobre la maternidad hemos interiorizado en nuestro ser?
Muchos más de los que imaginamos.
Nuestra cultura vive de mitos sobre la maternidad que nos condicionan consciente y sobre todo inconscientemente.
Nuestra autoestima como madres se basa en las expectativas e ideales que hemos almacenado a través de los modelos maternos cercanos a las imágenes de la madre ideal en películas, series de televisión y anuncios.
El problema es que estos ideales no son realistas y a menudo las expectativas son demasiado altas e inalcanzables.
Sólo desafiando estos mitos empezaremos a cuestionar el mensaje subyacente y a remodelar nuestra definición de la maternidad.
La madre perfecta de las redes sociales
Las redes sociales no ayudan a las mamás y desarrollan una competencia malsana. A menudo, en las redes sociales vemos todo lo que no somos: supermamás que hacen malabarismos con las responsabilidades a la perfección, casas superlimpias, comida siempre sana, carreras ideales, hijos modelo.
Por lo que vemos, otras madres lo hacen, así que pensamos que se puede hacer, por lo que sentimos que tenemos que hacerlo todo también. Pero, ¿es realmente así? ¿Podemos basar nuestra maternidad en unos minutos de vídeo o en una foto bonita?
Muchas veces no nos damos cuenta de que solo estamos viendo los mejores momentos y creemos que lo que otras mamás publican en Instagram es todo su día, toda su vida.
Cuando empezamos a comparar nuestro día a día con el de ellas, las otras madres se convierten en el estándar a respetar, el ideal a alcanzar. De este modo, definimos cómo debe ser una "buena madre".
El burnout de los padres
Esta sobrecarga de información procedente de todos los que nos rodean y de las redes sociales, nos hace sentir que no hacemos lo suficiente.
Cuando pensamos que queremos ser una "buena madre", lo que realmente pretendemos es la perfección. Como todos sabemos, la perfección no sólo no existe, sino que es perjudicial.
El perfeccionismo conduce al agotamiento de los padres.
El burnout parental es la combinación de agotamiento, distanciamiento emocional y sensación de ineficacia como padres que resulta del estrés parental crónico.
El agotamiento extremo provocado por el cuidado de los hijos lleva, en los casos más graves, a sentirse emocionalmente distanciado y a dudar de las propias habilidades como padres. El papá y la mamá agotado ya no es capaz de implicarse en la relación con los hijos, sino que se limita a cuidarlos físicamente (lavarlos, vestirlos, alimentarlos, llevarlos al colegio...) sin sentir emociones.
A menudo pensamos que basta con tomarse un momento para uno mismo para recuperarse, como darse un buen baño caliente, dar un paseo con los amigos, pasar un día en el spa o ver vuestra serie de televisión favorita. Todo esto sin duda ayuda a calmar la ansiedad y la ira, pero ¿estamos seguros de que es suficiente?
A veces lo es, otras veces necesitamos profundizar y reflexionar sobre lo que significa para nosotras ser una "buena madre".
No una "madre perfecta" sino una madre "suficientemente buena”
El pediatra y psicoanalista Donald Winnicott acuñó la expresión "madre suficientemente buena", con la que indica un enfoque de la crianza que implica ser sensible, responder y adaptarse a las necesidades y capacidades de desarrollo de nuestros hijos. En contraste directo con la figura perfecta según el modelo de crianza de Winnicot, dice, que es importante reconocer que no puedes ser todo lo que necesitan todo el tiempo y eso está bien.
No pasa nada por fracasar de vez en cuando, de forma manejable y apropiada para el desarrollo, mientras ayudamos a nuestros hijos a convertirse en adultos más sanos y adaptables.
Obviamente, esto no significa que debamos crear momentos de tensión con el propósito expreso de enseñar a nuestros hijos de 6 meses que el mundo no gira a su alrededor. El objetivo no es ser una madre "perfecta" sino ser una "madre suficientemente buena".
El secreto para ser no sólo una madre serena sino también una buena madre es no intentar ser demasiado perfecta, hacer demasiadas cosas a la vez y estar presente en todo momento.
Por el contrario, esto sería una receta para ser una madre frustrada, con baja autoestima hacia sus propias habilidades de crianza, y con hijos consecuentemente menos serenos. Una buena madre está atenta a las necesidades de sus hijos, pero también sabe cuando no debe ser demasiado rígida consigo misma.
Sara Baggetta - Psicóloga del desarrollo y de la educación
Experta en Psicología Perinatal, se ocupa del bienestar de la madre y del niño, la crianza y el sueño infantil. Ayuda a las mamás a encontrar un nuevo equilibrio proporcionando apoyo pre y postnatal.